entre aguas

algoapretadoalgoapretado, su mente corría más rápido que su cuerpo y el cielo afuera violentado por costuras blancas. la gota sorda, ciega cayendo en el balde de agua estancada, rebalsada y la cama ya no era cama sino canoa, barco hundido.
pensó que la imposibilidad podía ser superada pero sólo encontró extrañeza. una duda más grande durmiendo entre las saábanas que habían mojado, renombrado en el intento inútil de pasión. en el manotazo de ahogado que sabían no sería el último.
el viento y la lluvia en ella y el agua subiendo hasta los tobillos, las rodillas. afuera negro. adentro ruido. y en el pasillo la luz y el fantasma.
sería más facil vivir en la panza de esa gran luciernaga. el tiempo ahí era otro, ese de cuando era chica, de agujas detenidas, de fantasmas como nubes de azúcar. tiempo de nunca estar sola adentro. y se imaginó recostada en el abrazo frío del enorme gusano incandescente.
en el fondo se sabía parte de la oscuridad. para ella no era un universo oculto, atemorizante, infinito. "cuando nada se ver es porque no hay nada que ver", afirmó en voz alta. vacío tan simple como un silogismo: ausencia de luz, ausencia de existencia. así su soledad estaría justificada. hasta ella misma podría desaparecer en ese borrón sin limites, charco originario.
quizás por eso se dejó envolver por el hilo de viento que la vistió descosiendo posibilidades. quizás por eso cerró los ojos y con pasos cuidadosos como puntadas se dejó llevar hasta escuchar el ruido seco de la puerta cerrándose a sus espaldas.

Laura A.

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quiero una pecera para meter la cabeza adentro. pezojos pezboca pezcaricia. y los pensamientos, burbujas.
cuando está sola adentro, tiene miedo de volverse loca. el mundo se aleja y ella lo espía a través de las fisuras y reflejos que la rodean. a veces tiene suerte y un ojo de cerradura acepta convertirse en lente, cámara, ventana o telescopio. así puede ver ese mundo que pierde los contornos, los sonidos, los colores. ese mundo que se vuelve borrón.
si tuviera una pecera ya no necesitaría palabras. aprendería el lenguaje de las partículas de agua, de su movimiento. ni tampoco tendría que fabricar su propio frasco-trampa, donde a veces le falta el aire o la fuerza para destaparlo desde adentro.
con un movimiento fluido, caricia y golpe al mismo tiempo, cerró el libro que estaba leyendo [en ella no había tiempos perdidos ni tiempos recobrados], se ató el pelo y metió monedero, llaves y cigarrillos en el bolso. estaba decidido: iba a conseguir una pecera para llenarla de silencios.

Laura A.

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miró entre pestañas y flequillos al hombro descansando a su lado. el eje de la tierra cambió, no sé hacia donde, pero mi eje lo acompañó. estaba navegando otro barco, otras aguas. finalmente la tierra había aparecido. orilla a la que atarse por lo menos hasta la última gota de tormenta. marcar la huella hasta recuperar el equilibrio. eva/ngelizar y eva/ngelizarse. cansar a los ojos con algo más que vacío. huirse.
el brazo en su cintura como un salvavidas y recordó otros brazos anclacadenacamisadeoncevaras. pero todavía no. el cielo seguía estando negro.
con un poco de miedo recorrió esa geografía de cuerpo dormido. geometría. pulsión de vida y órganos internos. respiración de historia velada.
era colón descubriendo el nuevo mundo, sobreviviendo al desastre. escribiendo la bitácora de un viaje hacia el otro, hacia sí mismo. creando sus propios mitos. caminando entre espejos que devuelven lo que más duele.
por una noche no existían restos de otros naufragios: como explicar con palabras de éste mundo que partió de vos un barco, llevándome.

Laura A.

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los ojos cerrados llorando detrás del párpado ciego. el grito mudo. el grito soga. la inmensa posibilidad ahogándola y ella sin brújula, navegando la duda.
barco en el tercer margen. ese que no existe. ese que es reflejo. ese en el que la mirada se hunde junto al remo, dibujando signos de pregunta como firma de una autobiografía.
kilometros de ríos que resultaron ser sólo calles. paradoja del miedo al naufragio que se convirtió en naufragio. la Historia babeando sobre la ignorancia de las certezas. palabras calladas nadando en el silencio surcado de ruidos.
su lengua rozó la lengua equivocada. desde entonces, las escoraciones como trofeo y mapa

Laura A.